Héctor Cana es un artista independiente que comenzó su proceso creativo a finales de los 90. La formación recibida por Héctor en el campo de la escultura se reduce a la cantería; lo demás lo ha aprendido por sí mismo; es decir, es un autodidacta tanto de la talla en madera, como, sobre todo, de las esculturas que ha hecho con materiales reciclados.
Es evidente que no parte de cero; las raíces de su lenguaje artístico se remontan al menos al expresionismo, a Dadá y al surrealismo en lo que se refiere a la forma, organización y connotaciones de las obras, y se extienden al concepto de objet trouvé o ready-made de Duchamp, Picabia y Ray, al arte povera de finales de los años sesenta y al “arte basura” más reciente; pero Héctor Cana configura con sus objetos y materiales un lenguaje propio en el que se amalgaman las dimensiones de lo absurdo con una impronta humanista y reivindicativa, más sensitiva que racional.
SIN ACABAR obra en proceso |
Héctor Cana no pretende situarnos sólo ante la sorpresa que nos causa la combinación de materiales y elementos organizados en contextos más o menos surrealistas y siempre ingeniosos, sino que sus figuras, dentro de los contextos en que se mueven, denotan con su presencia y actitudes un contenido moral, y reclaman la práctica de principios básicos de la existencia: solidaridad, tolerancia, respeto al medio ambiente, reivindicación de la utopía de un mundo mejor, y todo ello transido por la idea de la urgencia: ¡no debemos esperar más, el tiempo se nos acaba!, parece ser el grito que nos arrojan; o lo que es lo mismo una vuelta al principio estoico “de brevitate vitae” acuñado por Séneca y tan querido de los escritores y artistas barrocos.
SIN ACABAR obra en proceso |
Sus esculturas no son abstractas, sino todo lo contrario; él parte de materiales desperdigados, los limpia hasta conseguir las texturas que pretende, sin evitar óxidos ni roturas, y elabora con ellos figuras concretas; no son realistas, pues aunque imiten formas conocidas poseen un alto grado de esquematización. Esos homúnculos, esos seres parte imaginados, parte inspirados en la figura humana, aparecen ante nosotros como un grito desgarrado denunciando la sociedad del despilfarro y haciéndonos reflexionar sobre la destrucción del medio ambiente, sobre valores de nuestra cultura y sobre la premura del tiempo.
Su expresividad arranca en los propios materiales; la fragmentación y los óxidos nos hablan del paso del tiempo y de su abandono. La fuerza expresiva que contienen se completa con las formas que da a cada obra; son dibujos o volúmenes en el espacio que nos sitúan ante una especie de espejo de nuestra sociedad, con su vida cotidiana, sus trabajos, sus soledades, sus esperanzas, su dolor… sus utopías. Al mismo tiempo que nos vienen a reprochar el abandono en cualquier sitio de objetos y materiales que deberían ser convenientemente reciclados.
Héctor Cana no trata de imitar la naturaleza, sino de caricaturizarla para que su denuncia quede más patente; sus obras son como imágenes reflejadas por “los espejos de la calle del Gato” de Valle-Inclán; son esperpentos acusadores. Las figuras “nos miran” de una forma descarnada; no pretenden ser “bellas” en el sentido clásico de la palabra, sino expresivas de ese inframundo del deshecho y del olvido en el que relegamos a los objetos abandonados por considerarlos inútiles, y reivindican que “otro mundo es posible”; de ahí esa sensación de soledad y desamparo que nos transmiten.
No es precisamente arte por el arte, sino arte comprometido y crítico, empeñado en causas nobles; un arte vinculado al quehacer y a la Historia de su tiempo como los grabados de Goya, el Juramento de los Horacios de David, los Picapedreros de Courbet, el Guernica y Masacre en Corea de Picasso, y tantos otros.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos…
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.